Nostradamus ¿quién era?


Michel de Nôtre-Dame, más conocido por el mundo como “Nostradamus”, fue un farmacéutico y consultor astrológico francés que más tarde se haría mundialmente famoso gracias a su supuesta habilidad como autor de profecías y predicción de eventos futuros. Su obra, a la que generalmente nos referimos como “Las Profecías de Nostradamus” fue publicada por primera vez en el año 1555 bajo el nombre de “Las verdaderas centurias astrológicas y profecías”.

Michel de Nostradamus, el vidente más renombrado y famoso de cuantos han sabido interpretar los astros, nació en Saint Rémy de Provence, al sur de Francia, el año de gracia de 1503, un jueves 14 de diciembre, hacia el mediodía. Su verdadero nombre era Michel de Notredame.

Su padre fue Jaime de Notredame, notario de aquel lugar; su madre, Renée de Saint Rémy; sus abuelos, paterno y materno, eran profundos conocedores de las matemáticas y la medicina. Como médicos habían vivido el uno en la Corte de René que, además de Conde de Provenza era rey de Jerusalén y Sicilia; y el otro en la Corte de Juan, Duque de Calabria e hijo del antedicho René.

Millones de personas se han visto atraídas por el contenido de los misteriosos versos incluidos en el libro de Nostradamus. La mayoría de sus seguidores, como suele ocurrir en estos casos, están absolutamente convencidos de la veracidad de sus afirmaciones, entre las que se incluyen catástrofes de todo tipo en mundo. Las profecías abarcan un periodo de tiempo enorme, que comienza en su propia época y se extiende hasta el año 3797, fecha en que Nostradamus asegura que se producirá el fin del mundo.

No debemos olvidar que en la época en que vivió Nostradamus la Inquisición era una fuerza temida por todo el mundo, sobre todo por aquellos que, como Michel, se dedicaban a la redacción de horóscopos o a predecir el futuro.

Sus seguidores aseguran que la ambigüedad de sus textos se debe justamente al temor de Nostradamus de ser perseguido por hereje y acabar torturado o quemado en la hoguera. Esta posibilidad habría obligado al autor a utilizar una prosa extremadamente crítica, con omisiones de palabras, extrañas alusiones, autoreferencias, frases enigmáticas, anagramas y metáforas. Como si esto no hubiese sido suficiente para complicar la lectura, Nostradamus utilizó a menudo palabras griegas y latinas.

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